8 de abril de 2014

Se despertó en plena noche empapada en sudor, sin poder recordar, ¿un sueño? ¿una pesadilla? Un vaso de agua la ayudó a pensar. Soñaba con el destino, un destino que le habló de su futuro, un destino que le suplico un favor. ¿Debía volver a la cama y hacerle caso a su alterado corazón o coger un boli y dejarse llevar por esa extraña sensación de paz que lo envolvía? Escogió lo segundo. El corazón en unos minutos volvería a su ritmo normal y la sensación de paz podría desaparecer. Reservó una hoja y escribió carta tras carta hasta acabar un gran taco de papeles, como un robot. Escribió a su madre, a su hermano, a sus amigos, a sus antiguos compañeros... A toda la gente que pudo recordar. Solo le quedaba la hoja en blanco que había guardado y sabía lo que iba a poner. Era la única carta que el destino suplicaba, una escrita para él. "Me has pedido una carta, y aqui la tienes. Tu mensaje fue claro. Se irá la gente que quiero, pero algún día yo me iré también. Caeré por mis malas decisiones, pero seguiré levantándome. En definitiva, me has dejado claro que sufriré. No me importa, te plantaré cara." Amanecía cuando se llevó un cigarrillo a los labios y lo encendió, mirando la llama del mechero, cogió la última carta y la observó mientras ardía. Cuando solo quedaban cenizas añadió algo a todas sus cartas. "P.D: Jódete destino."

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