21 de junio de 2013
Rabia o agradecimiento
El otro día pasé por esa calle en la que aprendí lo que mi madre no me debía enseñar. Y me llevé un tremendo chasco cuando los bares donde pasé tantas horas día sí día también estaban cerrados.
El Santuario del Metal es un Kebab. Pero siempre recuerdo al Lara, que me enseño a comer con palillos, la única persona que he conocido que se cronometra cuando hace un porro. Y los cacharros de piruleta "hágaselo usted mismo que yo estoy poniendo música". Y el erizo que tenía en esa terraza cochambrosa.
El Andecha está cerrado. Con lo que molaban los cortes de pelo que me hacía Miguel, y encima gratis. El único bar en el que había zumo de melón con jazmín. Donde a base de perder, aprendí a jugar al futbolín.
El Entama también esta chapao. El lugar de los dardos. Donde supe lo que era una verdadera pelea. Y donde continuaron mis progresos en el futbolín.
El Folixa es un mexicano. Nunca volverán los chupitos de Manowar (absenta, stroh y vodka rojo) donde agarré la única gran borrachera de mi vida (y no hace tanto).
Y mi Caverna de la Bestia. Ese bareto oscuro donde tantas cosas probamos. Y donde solo la que conociamos de antes nos gustó. Donde conocí a mi habibi Sonia. Donde con 50 cents pasabamos horas jugando al futbolín mientras nos reíamos de los que creían poder ganarnos por el hecho de ser mujeres. Donde conocí otra cultura y grandes personas. Donde probé el kifi. Donde me cachearon por primera y única vez, y lo hicieron MUY mal. Donde conocí a alguien que no hablaba ni papa de español, y aún asi, con gestos y caricias me enamoré.
Esos bares no volverán. Pero siempre quedarán bonitos recuerdos que vengan a mi mente cuando pase por alli.
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